Con la tensión social a flor de piel antes del Mundial de fútbol, el gobierno de Brasil no quiere arriesgar para nada la seguridad de las 32 selecciones que participarán del campeonato. Por eso, en medio de la creciente ola de huelgas y protestas callejeras, la presidenta Dilma Rousseff autorizó que los militares protejan a los jugadores en sus traslados entre los aeropuertos, hoteles, centros de entrenamiento y estadios.

El gobierno federal puso a disposición efectivos complementarios de las fuerzas armadas para reforzar áreas de interés operacional, siempre que exista concordancia con los gobiernos estatales“, confirmaron en un escueto comunicado conjunto los ministerios de Defensa y Justicia, luego de que el diario carioca O Globo publicara ayer la noticia sobre los cambios en el operativo de seguridad para la Copa que comienza el 12 de junio. Hasta ahora, estaba previsto que fueran sólo agentes de la policía federal quienes acompañaran a las selecciones, pero un episodio que sufrió el equipo nacional el lunes en Río de Janeiro llevó a Rousseff a repensar la situación.
Entonces, un grupo de unos 200 profesores en huelga que reclamaban por un aumento salarial se acercaron hasta el hotel -cerca del aeropuerto internacional Tom Jobim- donde se reunieron los 23 jugadores para ir hasta su centro de entrenamiento, rodearon el ómnibus con los deportistas adentro, pegaron adhesivos en apoyo de la huelga y golpearon la carrocería varias veces.
Al final, el incidente no pasó a mayores, pero la salida de la canarinha hacia su lugar de concentración, en Teresópolis, en la zona serrana del estado de Río de Janeiro, se retrasó más de una hora.
El episodio hizo sonar la alarma en el Palacio del Planalto, donde la presidenta ordenó una reunión al día siguiente con el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo; el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas, general José Carlos de Nardi, y el titular de la Secretaría Extraordinaria de Seguridad para Grandes Eventos, Andrei Rodrigues Passos. Aunque coincidieron que el “bloqueo” no representó un riesgo para los jugadores, se decidió realizar algunos ajustes al plan de seguridad, el mayor jamás realizado para un Mundial.
En total, unos 170.000 efectivos participarán del megaoperativo de seguridad, entre los que se cuentan 89.000 agentes de la policía federal y las policías militar y civil de cada estado, 57.000 soldados de las tres fuerzas armadas, y 24.000 hombres de seguridad pertenecientes a compañías de seguridad privadas contratadas por la FIFA.
Se había planeado que los militares estarían sólo encargados de proteger estructuras estratégicas -estaciones de energía o telecomunicaciones, aeropuertos y puertos-, además de la defensa del espacio aéreo, marítimo y terrestre ante cualquier amenaza terrorista o de ataque cibernético.

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