Los obispos del mundo mostraron el lunes una apertura sin precedente para aceptar las vidas reales de muchos católicos contemporáneos, al afirmar que los homosexuales tienen dones que ofrecer a la iglesia, que deberían ser aceptados y que hay aspectos "positivos" en las parejas que conviven sin estar casadas.
Las reuniones de obispos sobre asuntos de la familia marcó el lunes el punto medio de sus dos semanas previstas con un documento que resumió la marcha hasta ahora del debate a puerta cerrada. No se anunciaron decisiones, pero el tono del documento preliminar fue de una aceptación casi revolucionaria, en vez de la condena tradicional, con el objetivo de guiar a los católicos al ideal de un matrimonio duradero.
Los obispos dijeron que los homosexuales tienen "dones y cualidades" que ofrecer y preguntaron retóricamente si la iglesia estaba dispuesta a ofrecerles la bienvenida, "aceptando y valorando su orientación sexual sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio".
Para una institución de 2,000 años que considera el sexo homosexual "intrínsecamente trastornado", aun plantear la pregunta es significativo.
"Este es un cambio notable en el modo en que la Iglesia Católica habla sobre los homosexuales, afirmó el autor jesuita James Martin. "Claramente el sínodo está atendiendo a las experiencias complejas de la vida real de los católicos en el mundo y buscando tratarlas con misericordia, como hizo Jesús".
Los obispos reiteraron que el casamiento homosexual está fuera de cuestión. Sin embargo, admitieron que las sociedades entre homosexuales tenían su mérito.
"Sin negar los problemas morales conectados con las uniones homosexuales, hay que advertir que hay casos en los que la ayuda mutua al límite del sacrificio constituye un apoyo precioso en la vida de los socios", dijeron.
En cuanto a los heterosexuales, los obispos dijeron que deben aceptar "la realidad positiva de los casamientos civiles", e incluso la cohabitación, con el objeto de ayudar a la pareja a comprometerse eventualmente al matrimonio religioso.
Los obispos también reclamaron una relectura de la encíclica de 1968 Humanae Vitae que resaltó la oposición de la iglesia al control de natalidad artificial. Los obispos dijeron que las parejas deberían estar abiertas incondicionalmente a tener hijos, pero que el mensaje de Humanae Vitae subraya la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la evaluación moral de los métodos de control de natalidad.
Se ha hablado mucho en el sínodo acerca de aplicar el concepto teológico de la "ley del paso gradual" en las situaciones familiares difíciles. El concepto estimula al feligrés a dar un paso por vez en la búsqueda de la santidad.
Los obispos también propusieron nuevos modos "valientes" de asistir a las familias, especialmente a las "dañadas" por el divorcio. El documento no tomó partido en la cuestión más divisiva del sínodo, si los católicos que se divorcian y vuelven a casarse sin una anulación pueden recibir la comunión.
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